Lo que nuestros hijos nos enseñan: Cuando la enfermedad y la conducta son mensajes del alma
- Ana Fernández
- 7 mar
- 3 Min. de lectura
Hay un momento en la maternidad que nos sacude hasta lo más profundo: cuando vemos a nuestros hijos enfermos, irritables o con conductas que no entendemos. Sentimos impotencia, buscamos respuestas en el exterior y nos preguntamos "¿Qué estoy haciendo mal?" o "¿Por qué le pasa esto a mi hijo?".
Pero, ¿y si el verdadero mensaje no estuviera en ellos, sino en nosotras?
Los niños son espejos puros de nuestra energía, de nuestras emociones no dichas, de los miedos que guardamos en el silencio. A través de su cuerpo y sus comportamientos, nos revelan lo que nuestro corazón aún no se ha permitido sanar.
La enfermedad y la conducta como lenguaje del alma
Desde la biodecodificación, cada síntoma físico y cada conducta desafiante es una manifestación de algo más profundo. El cuerpo habla lo que la mente calla. Y en los niños, que aún no han sido condicionados por la sociedad, esto es aún más evidente.
Un niño con alergias recurrentes puede estar expresando un conflicto emocional no resuelto en su sistema familiar. Un pequeño que se frustra con facilidad y estalla en rabietas puede estar reflejando la tensión interna de mamá o papá. Un niño con infecciones constantes podría estar absorbiendo el estrés o la falta de armonía en su entorno.
Nuestros hijos no nos desafían ni se nos enferman, nos muestran el camino para sanar.
Tres pasos para transformar la enfermedad y la conducta en sanación
Escucha el mensaje detrás del síntoma o la conducta
La próxima vez que tu hijo enferme o tenga una conducta difícil, en lugar de reaccionar con miedo o frustración, hazte estas preguntas:
¿Cómo me siento yo en este momento de mi vida?
¿Qué emoción no he expresado últimamente?
¿Estoy pasando por una etapa de estrés, miedo o tristeza que no he permitido salir a la luz?
Conectar con tu propia emoción te permitirá ver la situación desde otro ángulo. Recuerda: ellos no te hacen esto a ti, ellos lo muestran para ti.
Abre un espacio de conexión emocional
Si la conducta de tu hijo te genera angustia, prueba esto: Acércate a él, míralo a los ojos y respira profundo. En lugar de corregir o desesperarte, ponte en su piel: "Veo que te sientes así… Estoy aquí para ti." Valida su emoción sin intentar apagarla. Así como tú necesitas ser escuchada, ellos también.
Este simple acto puede calmar una rabieta, reducir la ansiedad e incluso acelerar un proceso de sanación física.
Sana en ti lo que ves en tu hijo
Cuando notes que un síntoma o una conducta se repite en tu hijo, pregunta qué parte de ti necesita atención. Si está irritable, ¿estás viviendo estrés sin darte un respiro? Si tiene dolores de estómago, ¿estás procesando preocupaciones que no expresas? Si se enferma con frecuencia, ¿hay emociones que has reprimido durante demasiado tiempo?
Permítete liberar, hablar, sentir y sanar. Cuando tú sanas, tu hijo lo siente, y su cuerpo y su energía responden.
Una nueva forma de mirar la crianza
Ser madre no significa tener todas las respuestas. Significa estar dispuesta a mirar hacia adentro, a ver en nuestros hijos el reflejo más puro de nuestra alma y aprender a sanar junto a ellos.
La próxima vez que tu hijo enferme o tenga una conducta desafiante, pregunta qué mensaje te está trayendo. Porque la maternidad no se trata solo de guiar… se trata de despertar.
¿Has vivido esto con tu hijo? Me encantaría leerte en los comentarios. ¡Sigamos creciendo juntas!
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